Reflexiones Felices lo que lloran, porque recibirán consuelo 30 marzo, 20153 agosto, 2020 by svsl Esta es una de las Bienaventuranzas en la que nos podríamos preguntar ¿y no hubiera sido mejor que nuestro Señor dijera: “Ustedes nunca van a llorar” o “Dichosos los que crean en mí porque nunca conocerán las lágrimas”. Muchas cosas pueden pasar por tu mente querida hermana, sin embargo, en la Sagrada Escritura encontramos que desde siempre, cuando aparece el pecado, Dios mantiene una palabra, una salida, una solución para su pueblo, para sacarlo del sufrimiento, quitar el peso del dolor, del maltrato de la humillación, acompañar en la soledad, en la pérdida de lo amado y dar una esperanza, un consuelo hasta llegar a una promesa para que sus hijos, su pueblo, nunca fueran a sentir su ausencia. Esta ayuda es la llegada del Espíritu Santo, el Paráclito, “El Consolador” (Hech 2,1ss). Recuerda que el mismo Pablo sentó las bases de una Teología de la Consolación: a través de una prueba tan terrible como la muerte, descubrió que la consolación brota de la desolación misma cuando ésta se une al sufrimiento de Cristo (2 Cor 1,8ss), y esta consolación regresa, a su vez, sobre sus fieles (1Cor 1, 3-7) pues se alimenta de la fuente única que es gozo de la Resurrección. La palabra, el Evangelio de Cristo es el verdadero consuelo en particular para los que hemos llorado por la ausencia de un ser querido, o mejor dicho por esa separación a causa de la muerte. Leemos en 1 Tes 4,18 cuando se dirige a todos los que estamos vivos cómo nos volveremos a reunir para estar con ellos y nuestro Señor para siempre, mientras tanto, debemos mantener la esperanza, consolarnos y confortarnos unos a otros. Y luego veremos la obra divina porque después Dios va a intervenir en favor de los que sufren. “Consuelen”, dice Yahvé, tu Dios, “consuelen a mi pueblo hablen a Jerusalén, hablen a su corazón, y díganle que su jornada ha terminado, que ha sido pagada su culpa”. (Is 40,1). O como dice: “Cielos, salten de gozo porque Yahvé ha consolado a su pueblo y se ha compadecido de los afligidos” (Is 49,13). Querida hermana, Dios se muestra inclusive como un pastor cuidando a su rebaño reuniendo, tomando en sus brazos a los corderos y conduciéndolos, o sea que de cualquier manera y cualquier situación en la que te encuentres Él hará el papel de lo que tú estés necesitando para que nunca te sientas abandonada y sin consuelo. ¿Quieres protección? Pues Él será tu pastor; lloras porque estás herida, Él te cargará; lloras porque tienes sueños sin realizar; lloras porque vas a dar a luz sin responsabilidad paterna, tranquila, Él te guiará. Ya en el Nuevo Testamento Jesús se muestra como el Siervo Esperado para los afligidos con un mensaje de consuelo para los que se sienten abrumados.“Vengan a mí los que están cansados llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré.” No cabe duda que Jesucristo es la alegría y el consuelo de los que hemos creído en su muerte y en su resurrección. Todo sucede por un instante. Lloras, pero recibirás el consuelo en Jesucristo Resucitado. Hermana Bety Fajardo.
Reflexiones Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque… 29 marzo, 20153 agosto, 2020 by svsl ¿Es acaso la felicidad una especie de lotería, o está reservada solo para aquellos que tengan la capacidad de comprarla? Cuando Jesús dijo: “Permanezcan en mi amor para que su alegría sea plena” (Jn. 15) resalta la esencia de nuestro ser, el origen y destino de nuestra existencia: estar unidos al amor de Dios, estar en comunión con Él. Es por ello que tener el espíritu de pobre nos provoca una necesidad de Dios, una urgencia de Él y de su presencia. El descubrirnos pobres, vacíos, desprovistos, carentes, es lo que nos hará encaminarnos a Casa del Padre, como lo hizo el hijo pródigo, aunque para ello, antes tuvo que sentir necesidad. Cómo es posible que un pobre sea feliz, eso es inconcebible el día de hoy, nadie quiere ser pobre, en nuestra sociedad, pobreza, es sinónimo de infelicidad; pero tener el espíritu pobre, expresa una actitud de humildad ante Dios, es acudir a Dios sin considerar méritos propios, confiar únicamente en su misericordia para ser salvado. Si estamos totalmente vacíos y necesitados de Dios, podemos llenarnos totalmente de su presencia, podemos dejar que Él sea todo en nuestra nada. Diremos como San Pablo: “En mi debilidad se perfecciona su poder”. (2 Cor 12, 9) Qué maravillosa felicidad participar de la acción divina en nuestras vidas. Por eso el Señor le decía a San Pablo: “te basta mi gracia, te basto yo”. (2 Cor 12, 9)También podemos recordar a David decir: “el Señor es mi Pastor, nada me falta.” (Sal 23) Estas dos citas me hacen meditar en lo que decía mi abuelita cuando alguien expresaba: “dichoso por la casa que compraste”, “dichosa porque viajaste”, “dichoso por esa familia”, etc. Al oír estas frases ella repetía: “Dichosos los que se van al cielo”. Qué frase tan sabia y apropiada, sobre todo, cuando vemos en las revistas o en las noticias que los ricos y famosos, también están tristes y solos. Ahí comprendemos que son dichosos los que se van al cielo, los que ponen su mirada en el cielo, los que caminan hacia ese Reino de los Cielos. Solo Dios es la fuente de todo bien y de todo amor, mientras más nos llenemos de Dios, más bien gozaremos, mientras más estemos con Él, más amor experimentaremos. Mientras mayor es el recipiente, más es el contenido que puede recibir. Podemos llevar nuestro canastito de tortillas y llevarnos unas cuantas tortillas, o podemos llevar un gran canasto, o, por qué no, un camión de tortillas… Hay personas que necesitan de Dios, un consuelito, una pequeña bendición o un milagrito, pero hay otras que necesitan ser consoladas de una manera extraordinaria, recibir con urgencia una bendición o un súper milagro. Es decir, tienen un inmenso contenedor vacío y les urge llenarlo. Toda nuestra vida, nuestros pequeños o grandes actos, manifiestan que necesitamos de Dios, basta con pensar en aquella mujer que tocó el borde del manto de Jesús. (Mc 5) En esa ocasión, todos apretaban al Maestro, ella pensaba, que con solo tocar el borde del manto sanaría. Todos lo vieron, ella sanó, el poder, la gracia y el amor de Dios se manifestaron en la vida de aquella que tenía un espíritu de pobre, y hasta se le adelantó al personaje llamado Jairo, que acudía a Jesús por la curación de su hija, un hombre que también tuvo que humillarse con espíritu de pobre, y solo así alcanzó el milagro, obtuvo la alegría de la resurrección de su hija. Jairo y esa mujer anónima sabían que si estaban con Jesús lo tendrían todo, tuvieron la certeza de que Él lo haría todo y, en efecto, así fue. También para cada una de nosotras la aspiración suprema tiene que ser buscar a Jesús y estar con Él, y ya veremos como Dios hace todo en nuestra vida. Como San Pedro debemos decir: “humíllense bajo la mano poderosa de Dios, y Dios los exaltará a su debido tiempo” . Este es otro punto importante, porque la labor de Dios no ocurre necesariamente en nuestro tiempo, sino en el tiempo de Dios. No mi Cronos,(tiempo del hombre), sino su Kayros, (tiempo de Dios). No en mis planes, sino en los perfectos y maravillosos planes de Dios. No poseer mi limitado reinito, sino el Eterno y Glorioso Reino de los Cielos. Aunque para algunos la humildad pasó de moda, la humildad, el espíritu de pobre es la condición para poseer el Reino de los Cielos. La mayor riqueza que se pueda concebir en este mundo y en la vida eterna se conquista con la humildad que nos enseñó Jesús. Así que es tiempo de deshacernos de las excusas, de las cadenas, de los hábitos, de las debilidades que nos atan al orgullo, a la soberbia, y hasta a la falsa humildad. El Espíritu Santo nos hace nacer de nuevo, nos llena de su presencia y nos envía a dar su luz al mundo entero, a ser como Jesús. ¿Qué nos toca a nosotros? humillarnos, postrarnos. Hno. José Miguel Rojas.
Reflexiones Naciste para ser feliz 17 marzo, 201527 julio, 2020 by svsl El título de la Agenda para la Mujer 2015, pudiera parecer irónico. No tenemos más que echar una mirada a la realidad para convencernos de lo contrario. Desde el momento en que nuestra niñez queda atrás y en muchos casos, incluso en ella, nos acechan sufrimientos de todo género: personales y familiares, sociales y políticos, económicos y psicológicos, espiritual y morales, y un largo etcétera que podemos añadir desde nuestra experiencia personal. Parece que tenía razón la esposa de Job cuando, después de una vida de mucha abundancia y disfrutar de cuanto puede desear una persona le vio privado de todo y, además, solo llagado por los cuatro costados, le dijo: “¿Todavía perseveras en tu fe? ¡Mal-dice a Dios y muérete!” (Job 2,9). Estas frases recogen la experiencia de todo ser humano que se siente abandonado/a de Dios creyendo merecer lo contrario. Pasemos a otra escena: la creación entera, lo animado e inanimado, ha salido de las manos de Dios y, por lo tanto, es buena, hecha con sabiduría y providencia (cf. Sab 9,1ss). Podríamos decir que es la encantadora danza del amor de Dios. Así aparece en los relatos de los orígenes: Dios hizo al hombre y a la mujer “a su imagen y semejanza” (Gn 1,26). Y “vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno” (Gn 1,31). Para que pudieran realizarse y alcanzar su plena felicidad, les dio cuanto necesitaban. Esto significa el “Paraíso” donde fueron colocados, símbolo de felicidad y bienestar:“Yahvé hizo brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer” (Gn 2,9). Entre estos dos cuadros, ¿qué escogemos?, ¿a quién creemos? Si partimos de nuestra fe cristiana, tenemos que inclinarnos por el segundo. El Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo el espíritu y la letra de la Sagrada Escritura, afirma: “Creemos a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos” (n. 156). Por consiguiente, tenemos que afirmar que Dios nos hizo y nacemos para ser felices. Entonces, ¿cómo relacionar a Dios con el sufrimiento? Hay que tener cuidado de no caer en el error de muchas personas, sobre todo mujeres, que piensan que el sufrimiento, el dolor y el sometimiento pasivo, vienen de Dios y hay que aceptarlos para agradarle. Una mirada a Jesús nos resuelve todas las dificultades. Cuando Dios quiso acercarse a nosotros se hizo humano, superando de esta forma el camino de “deshumanización” que todos llevamos dentro. Esto indica que Dios quiere que seamos humanos y, por consiguiente, felices porque el ser humano lo que más quiere es la felicidad. El Papa Francisco lo expresa con estas palabras: “Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra… porque Él creó todas las cosas “para que las disfrutemos” (La Alegría del Evangelio 182). Tenemos que convencernos de que nacimos para ser felices, no para sufrir ni martirizarnos pensando que así agradamos a Dios. Dios no quiere las privaciones ni los sacrificios como si esto le agradara. El dolor y el sacrificio únicamente tienen sentido cuando son consecuencia de buscar y tener felicidad. En sí mismos son algo negativo que tenemos que rechazar. Claro está que tenemos que entender la felicidad en el verdadero sentido de la palabra. Muchas veces la confundimos con el placer pasajero o con sentirnos bien en determinados momentos. La felicidad, en su sentido más elemental, es un estado o actitud, no algo puntual, que propicia paz interior, un enfoque positivo de la vida, que hace posible nuestra realización personal y plena, produce satisfacción y placer, y nos estimula a comunicarlo a otras personas para que puedan también ser felices. Lo que Jesús enseñó y practicó fue hacer felices a las personas aun en medio de las más grandes contradicciones. Por eso cura, da de comer, llora, perdona, acoge, no observa el sábado, etc. Lo que más le interesaba era la felicidad de los que le rodeaban y se acercaban a él. Así fue en su paso por la tierra y así ha seguido siendo hasta este día: le interesa nuestra felicidad. Como conclusión, podemos afirmar que la mejor y mayor tarea que tenemos pendiente es ser plenamente humanos, como Dios en Jesús y, por consiguiente, felices. La voluntad de Dios es que la persona, hombre o mujer, sea feliz. Para eso hemos nacido. La Sagrada Escritura nos invita a tener y disfrutar de la felicidad cuando dice: “Hijo/a, en la medida de tus posibilidades trátate bien… No te prives de pasar un buen día” (Eclo 14,11.14). Y cuando se presente la tristeza, con el apellido de desgracia, accidente, enfermedad, tristeza, etc., recordemos las palabras del profeta Jeremías: “Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha… Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura” (Lm 3,17-21). Este amor y ternura de Dios, tienen que hacernos recobrar la paz y felicidad, superar las dificultades y el dolor, recordarnos que hemos nacido para ser felices y que Dios quiere que en todo momento de nuestra vida lo seamos. Y si hemos perdido la felicidad, recuperarla cuanto antes. Para eso hemos nacido. P. Ángel García Zamorano
Reflexiones Donde haya error, ponga yo verdad 12 marzo, 201527 julio, 2020 by svsl El gran filósofo y teólogo, padre de la Iglesia, San Agustín de Hipona clamaba en su libro Las Confesiones: “Dame, Señor, a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es antes conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te conoce? Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra”. Por la poca claridad que tuvieron nuestros primeros padres en el paraíso terrenal no pudieron mantener el mandato divino: Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas… La misma miopía cometió Caín con su hermano Abel. Pudo más la envidia y la negligencia que el amor fraterno. Terminando esta relación con el fratricidio. ¿Por qué David, el rey que había experimentado el amor de Dios, proveniente de una condición sencilla, gozó del privilegio de dominar tantos ejércitos poderosos, cayó víctima de la seducción, llegando a cometer el asesinato de su lugarteniente, desobedeciendo las órdenes que le dictaba su conciencia? Pedro, quien había jurado dar su vida si tocaban la integridad de Jesús; eufóricamente lo había proclamado el “Mesías”, terminó en los últimos momentos de Jesús abandonándolo, ante una simple pregunta de una mujer intrigada por la procedencia del apóstol. Tantos desaciertos cometidos en torno a Jesús y su enseñanza. Nadie se escapa de esta dificultad. A diario, ya de palabra o de obras nos alejamos del Hombre que tiene “Pan de vida eterna”, ¿Por qué? El hombre que tiene la Verdad. Cuando el ser humano, haciendo un espacio en su vida, recapacita en su actuar encuentra estas dicotomías, no ve los caminos claros, los espacios están vedados para encontrar la verdad. Así nos lo dice el documento de Aparecida: “Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo… Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas”. (DA, 44). ¿A dónde hemos llegado con toda la tecnología que se ha descubierto, las economías pujantes, el desborde de la libertad, la destrucción de la naturaleza por el egoísmo desmedido de los poderosos? Ya no sabemos, como lo descubrió san Agustín, al decir que nos hiciste para ti… perdimos el sentido de la vida. Lo que Dios nos regaló, la inteligencia, que nos permite conocer a Dios en la porción más pequeña de la naturaleza, como la flor, los pájaros… se volcó contra su hacedor. El Dios que quiso estar dentro de nosotros, el Emanuel, que camina por nuestras huellas, que alberga lo recóndito de nuestro ser, ya no lo conocemos. Su voz sigue callada, oculta, prisionera de otras realidades. Acallamos el clamor divino con oropeles de este mundo, porque la ciencia, el bienestar, el hedonismo, el confort nos parecen más reales que el mismo Dios. Hasta dónde ha llegado el error de los hombres, que lo bueno lo consideran malo, y la maldad se ha vuelto la norma de su vida, so pena de quedar marginados de este mundo. Razón tenía san Pablo al reclamarle a los romanos que su inteligencia no les sirvió para adorar al Creador, sino para someterse a las criaturas con sus idolatrías (Cfr. Rom 1,18). De la mano del Señor casi salimos como dioses (Cfr. Salmo 8), pero nuestra tendencia es buscar los estrados más perdidos del mundo, como le sucedió al hijo pródigo que terminó alimentándose con cerdos, mientras su casa albergaba toda clase de bienes. Mientras no le pidamos al Señor que se quede con nosotros, como los caminantes de Emaús, seguiremos con el corazón entristecido, con la mente llena de error, y la verdad estará muy lejos de nuestro corazón. Jamás seremos portadores de la luz que viene de Cristo e ilumina con claridad a toda la realidad que nos rodea. Entonces podremos ver a los hombres y mujeres como nuestros hermanos (as), a Dios como nuestro Padre, a la naturaleza como la providente de todas nuestras necesidades. Lic. Francisco Pérez Rugamas Guatemala Oración Señor, gracias te doy porque tu eres la Verdad, el camino y la vida, gracias porque tu verdad me ha dado libertad. Te pido Padre, que me ayudes a quitar de mi boca la mentira, todos aquellos inventos y cosas que no son verdaderas, porque tú las aborreces y no quiero ofenderte, hazme valiente para decir siempre la verdad, y buscar la verdad, porque se que conociendo la verdad seré libre. A ti, mi dulce Madre María, te pido que intercedas ante tu hijo Jesucristo para llevar la verdad en donde haya error. Amén.
Reflexiones Donde haya duda, ponga yo fe 12 marzo, 201527 julio, 2020 by svsl El dualismo de duda – fe. Pareciera que nos pide una tercera vía, sin embargo, no hay una tercera vía, o se duda o se tiene fe. A este dualismo le acompaña muchas frases populares o que se han hecho típicas para cuando se trata de este tema, por ejemplo “hasta no ver, no creer”, “piensas mal y acertarás”. Me parece que la decisiones son radicales, una fe que se afianza en la duda y una duda que se quiere afianzar en la fe, creo que, mejor hay que ponerse de acuerdo y ser sinceros con nosotros mismos, con Dios y con los demás. La parte sombría de la vida, o de neblina, nos hace levantar muchas veces la duda, porque no podemos ver más allá de donde estamos parados, pero algunos se atreven a dar los pasos, de manera lenta pero segura. Esta oscuridad es pasable en la medida que se vea al fondo una luz, que indica algo, que indica un “aquí estoy”, que indica vencerse a sí mismo, vencer quizás, muchos obstáculos. Entonces podemos decir que la fe no se mide como en un termómetro. Como cuando uno escucha decir “tengo poca fe” o “quisiera tener más fe”; la fe se tiene o no, pero no se mide en grados. Si la duda se presenta como una inseguridad, por las frustraciones con las que nos enfrentamos a diario: sea porque un político dice una cosa y está sucediendo todo lo contrario; porque el hombre ama a su mujer pero su mujer no lo siente igual porque algo pasa; cuando la Iglesia predica el amor al prójimo y cuando tocamos sus puertas el trato no es como lo merecemos, sobre todo cuando acudimos por ejemplo a la confesión… en fin, son muchos los ejemplos que podemos dar, todos con un indicador común “la falta de coherencia”, en otras palabras, cuando nos ponemos en camino vamos con duda. Esta falta de coherencia entre lo que decimos y hacemos es lo que provoca la duda, por lo tanto “donde haya duda, ponga fe”, nos está invitando a dar un testimonio de nuestra vida donde coincida lo que decimos con lo que hacemos, lo que profesamos con lo que vivimos, lo que creemos con lo hacemos. Entonces sí puedo hablar de “poner la fe”, la certeza de que aquello existe y así es, y entre más sencilla sea nuestra fe, más visible es Dios para los demás, la fe se torna acogedora de la verdad, vivencia de la honestidad, vivencia de la transparencia de vida, ser tal y como somos frente a Dios, de la misma manera que somos frente a los demás. ¿Has oído decir? “Yo si le tengo fe a ese doctor”, “yo si le tengo fe a ese medicamento”; o sea, le tenemos a aquello que coincide con lo que de hacer. Por eso la fe nos lleva a Dios poniéndonos frente a él tal y como somos, ni menos ni más, sin ninguna duda de saber frente a quien estamos; pudiendo decir que estoy capacitado para que “donde haya duda, ponga fe.” Fray Edwin Alvarado Segura (Fraile franciscano OFM) Oración Señor, yo creo en ti, creo que eres un Dios amoroso, que envió a su hijo único Jesucristo a morir por mi por el perdón de mis pecados, creo que Jesús es mi salvador, por eso te pido hoy que me ayudes en los momentos difíciles de mi vida, cuando los problemas, las preocupaciones y las dificultades quieren sembrar en mi corazón la duda, y llevarse mi fe, Ayúdame Señor, tu sabes que yo creo pero aumenta mi fe, gracias porque puedo acudir a ti, para clamar en medio de mis dudas, en medio de mi dolor. Permite que yo pueda llevar tu fe a los demás, sobretodo a los que están más angustiados y no encuentran salida. A ti Virgencita María, te pido que seas ese faro de luz que me conduzca a puerto seguro, a estar al lado de tu dulce hijo Jesús para acrecentar mi fe y confiar plenamente como tú lo hiciste. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
Reflexiones Donde haya odio, ponga yo amor 12 marzo, 201527 julio, 2020 by svsl Abordar y reflexionar sobre la primera expresión que surge del corazón de San Francisco de Asís: “Donde haya odio ponga yo amor”, sin hacer preguntas, pareciera ser un tema muy difícil. Sin embargo, no olvides que el mismo Jesús tuvo que cuestionar a aquellos que eran sus enemigos: ¿Por qué me pegas? (Jn 18,23) Imagino que San Francisco de Asís tuvo que indagar la causa del porqué un mundo que había sido creado por Dios con tanto amor, estaba en tremendo desorden. Lo único que llamó su atención fue que en medio de tanta belleza, existían seres humanos que vivían con muchas dudas, desesperaciones, errores, discordias, rencores, deseos de venganza y sentimientos de odio al extremo de llegar a matar. San Francisco de Asís llegó a pensar que debía existir algo que solucionara todo esto, hasta que encontró la palabra “instrumento”; medio que nos llevaría a vivir en Paz. En lo primero que pensó fue en el amor, ya que toda la creación expresaba el amor maravilloso de Dios. Por otro lado, consideraba que el ser humano necesitaba experimentarlo de otra manera más perceptible. De esta manera, a través de su oración llegó a pedirle a Dios ser utilizado para cambiar el odio en amor. Te preguntarás -¿Y cómo se puede amar a alguien que es capaz de hacer tanto daño, de causar tanto dolor, de herir con actos y palabras, e ignorarte cuando aún estas viva? -. El odio es uno de los sentimientos más destructivos, pero que también expresa el gran amor que se sintió por aquella persona. Como el siguiente refrán lo dice: “Del odio al amor hay solo un paso”. Quiero invitarte a que pienses que es solamente un paso, una pequeña distancia. Tú decides qué tan grande quieres hacer esa distancia, pero te advierto que mientras más grande es esa distancia, más se llenará tu corazón de amargura, tristeza, soledad y desánimo; marchitando así tu espíritu. No olvides que todo lo que llevas dentro de ti, será reflejado en tu exterior. La escritura dice que el amor de Dios hacia la humanidad fue tan grande que cada vez quería acercarse más al hombre, y es así como Jesús viene al mundo para enseñarnos un nuevo lenguaje diciendo: “No es suficiente amar al amigo , hay que amar al enemigo”, porque todos somos hermanos , hijos de un mismo padre. Dime tú, ¿Que mérito tendría amar al que me ama? Jesús también nos enseñó que el perdonar es amar, y que son decisiones más que sentimientos. ¿Sabes cómo yo le llamo a ese espacio entre el odio y el amor? Le llamo Jesús, porque sólo el hecho de estar con él, leer su palabra te convence. Como cuando habló con sus discípulos y les dijo: “No devuelvan mal por mal, no juzguen para nos ser juzgados, actúen con misericordia, que con esa misma misericordia serán juzgados”. Y también como dijo al Padre cuando llego a la cruz, muriendo por nosotros: “Perdónalos, pues no saben lo que hacen”. Cierra los ojos, inténtalo y di: Yo expreso mi amor, cuanto más perdono. Recuerda que esa persona también es hij@ de Dios y eso te enseñará a amar, a pesar de que el sentimiento no sea recíproco. Tú sabes que muchas personas en el lecho de su muerte piden perdón y otorgan el perdón a quienes les han hecho tanto daño. Quiero decirte hermana que es porque necesitan paz en su corazón. Así que hermana no esperes el último momento de tu vida, vive en paz HOY! Dónde haya odio, siembra el amor. Pasaje bíblico para reflexionar: El odio de Absalón hacia su padre David. ( 2ª Sm 18 ) Palabras de Joab al rey David “Con tu actitud muestras que amas al que te odia” (2ª. Sm 19,7) Hermana Betty Fajardo Guatemala Oración Señor, te doy gracias porque tú me has amado desde el vientre de mi madre y me has formado. Yo te pido que me des un corazón bueno, que esté siempre dispuesto a amar, saca de mi corazón todo aquello que me destruye y me hace daño como el resentimiento, la tristeza, el odio, la duda… Lléname de ti, de tu Santo Espíritu, que es Amor, porque yo no puedo dar lo que no tengo; sin ti Señor, no puedo convertir el odio en amor y ser ese instrumento tuyo para llevar a los demás un poquito de tu infinito amor. A ti, Virgen María, que fuiste llena del Espíritu Santo, intercede por mí para que no me aparte del buen camino y busque amar a Dios sobre todas las cosas y a mi prójimo como a mí misma, tal como nos lo pidió tu hijo Jesucristo. Amén.