Esta es una de las Bienaventuranzas en la que nos podríamos preguntar ¿y no hubiera sido mejor que nuestro Señor dijera: “Ustedes nunca van a llorar” o “Dichosos los que crean en mí porque nunca conocerán las lágrimas”. Muchas cosas pueden pasar por tu mente querida hermana, sin embargo, en la Sagrada Escritura encontramos que desde siempre, cuando aparece el pecado, Dios mantiene una palabra, una salida, una solución para su pueblo, para sacarlo del sufrimiento, quitar el peso del dolor, del maltrato de la humillación, acompañar en la soledad, en la pérdida de lo amado y dar una esperanza, un consuelo hasta llegar a una promesa para que sus hijos, su pueblo, nunca fueran a sentir su ausencia. Esta ayuda es la llegada del Espíritu Santo, el Paráclito, “El Consolador” (Hech 2,1ss).
Recuerda que el mismo Pablo sentó las bases de una Teología de la Consolación: a través de una prueba tan terrible como la muerte, descubrió que la consolación brota de la desolación misma cuando ésta se une al sufrimiento de Cristo (2 Cor 1,8ss), y esta consolación regresa, a su vez, sobre sus fieles (1Cor 1, 3-7) pues se alimenta de la fuente única que es gozo de la Resurrección.
La palabra, el Evangelio de Cristo es el verdadero consuelo en particular para los que hemos llorado por la ausencia de un ser querido, o mejor dicho por esa separación a causa de la muerte. Leemos en 1 Tes 4,18 cuando se dirige a todos los que estamos vivos cómo nos volveremos a reunir para estar con ellos y nuestro Señor para siempre, mientras tanto, debemos mantener la esperanza, consolarnos y confortarnos unos a otros.
Y luego veremos la obra divina porque después Dios va a intervenir en favor de los que sufren. “Consuelen”, dice Yahvé, tu Dios, “consuelen a mi pueblo hablen a Jerusalén, hablen a su corazón, y díganle que su jornada ha terminado, que ha sido pagada su culpa”. (Is 40,1). O como dice: “Cielos, salten de gozo porque Yahvé ha consolado a su pueblo y se ha compadecido de los afligidos” (Is 49,13). Querida hermana, Dios se muestra inclusive como un pastor cuidando a su rebaño reuniendo, tomando en sus brazos a los corderos y conduciéndolos, o sea que de cualquier manera y cualquier situación en la que te encuentres Él hará el papel de lo que tú estés necesitando para que nunca te sientas abandonada y sin consuelo.
¿Quieres protección? Pues Él será tu pastor; lloras porque estás herida, Él te cargará; lloras porque tienes sueños sin realizar; lloras porque vas a dar a luz sin responsabilidad paterna, tranquila, Él te guiará. Ya en el Nuevo Testamento Jesús se muestra como el Siervo Esperado para los afligidos con un mensaje de consuelo para los que se sienten abrumados.“Vengan a mí los que están cansados llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré.” No cabe duda que Jesucristo es la alegría y el consuelo de los que hemos creído en su muerte y en su resurrección. Todo sucede por un instante. Lloras, pero recibirás el consuelo en Jesucristo Resucitado.
Hermana Bety Fajardo.