Querida amiga, cuando nos acercamos al diccionario, para buscar la palabra humilde, una de sus explicaciones, es: “ausencia completa de orgullo” . Aquí en esta bienaventuranza, Jesús aplaude a quienes saben vencer su orgullo y llevan su vida por los caminos de la humildad y la total obediencia a Dios nuestro creador.
El orgulloso normalmente se centra en sí mismo, busca imponer su voluntad, quiere que se le reconozca y aplauda, se encierra en el juego del yo-yo, todo debe girar en torno a él. Cuando Jesús dice: “bienaventurado el humilde” se refiere a quien piensa en el bien-estar de los demás, a quien siendo capaz de olvidarse de su persona está atento a la necesidad del otro. Muchas mujeres se centran en sí mismas, haciéndose víctimas: me hicieron, me dañaron, me lastimaron, y no son capaces de alzar la vista y ver que hay quienes sufren aún más.
El humilde es quien está más disponible para Dios, por ello el Señor se complace en quien es dócil a su voluntad y siempre con alegría y sencillez le sirve, intensa y eficazmente. En esta bienaventuranza, Jesús le ofrece toda la tierra, todo el bien posible de imaginar en este planeta precisamente a quien no está pensando en sí, ni busca atesorar nada para sí. Y es que quien se olvida de sí mismo, aparentemente pierde todo pero, realmente, gana lo mejor.
El humilde disfrutado dando y dándose, por ello no le duele quedarse con poco o nada, por eso a él Jesús le tiene prometida la tierra entera. Bienaventurados, seamos felices dando, dándonos, gocemos de entregarnos a nuestros hermanos, vivamos con la alegre disponibilidad de quien sigue el ejemplo de Jesús que se entregó todo en la cruz, pues no es perder sino sembrar, para que el árbol crezca y dé fruto. El humilde da, el orgulloso quita; vivamos en la entrega generosa de los hijos de Dios.
P. Manuel Armando Abac