El hambre y la sed son dos necesidades básicas en la vida de una persona. Si estas no existieran pues simplemente moriríamos. No sentiríamos esas necesidades y, por lo tanto, no comeríamos ni beberíamos nada.
En las bienaventuranzas, Jesús adopta la posición contraria al deseo terrenal del hombre. En ellas se muestra que los bienaventurados ya no son los ricos y satisfechos sino aquellos que son pobres y tienen hambre. Para nadie es agradable sentir hambre, hay personas que se ponen de muy mal humor, a otras les duele la cabeza o hasta les produce migraña, el estómago duele y experimentan una sensación desagradable. Tener sed es igual de feo, se siente seca la garganta, cuesta tragar y se puede llegar hasta un grado de desesperación.
Las necesidades biológicas del hambre y de la sed son imágenes a las cuales recurre Jesús para explicar sus enseñanzas. De ahí que sus palabras sean: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” . En otras versiones de la Biblia se lee: “hambre y sed de hacer la voluntad de Dios” (Mt 5, 6) lo cual no es diferente, porque la justicia se alcanza cuando hacemos la voluntad de Dios.
Obviamente Dios no nos quiere hambrientos y sedientos en el aspecto físico, sino en el espiritual. Es por eso que debemos sentir en nuestra vida y en nuestro corazón esa misma necesidad, sentir ese deseo ardiente, sentir que no tenemos fuerzas, sentir impaciencia, sentir que morimos si no hacemos la voluntad de Dios. Era el mismo sentimiento de Jesús el cual fue obediente a la voluntad de Dios hasta la muerte y una muerte de cruz.
Te preguntarás ¿Y mi voluntad? Dios no quiere suplantar la voluntad de las personas, sino que quiere hacerla perfecta. “Dios es el que obra en nosotros el querer y obrar según su beneplácito” (Fil 2,13 ) “Así surge la comunión de voluntades que es un acuerdo entre la gracia y la libertad”. (León Duffort)
¿Y cuál es el fin de esto? Pues que tú seas feliz, que seas bienaventurada. Dicen que los dioses griegos gozaban de su felicidad sin preocuparse por la suerte de los humanos. Pero Dios se inclina con solicitud hacia las personas. Las bienaventuranzas derivan de la gracia divina, son participación de la gloria de Dios. Cuando las leemos y practicamos descubrimos en qué consiste la verdadera felicidad.
Lo hermoso de esto es que ante tu necesidad, ante tu hambre y sed, Dios como buen padre suplirá tu necesidad. Hacer la voluntad de Dios debe traerte gozo, paz, bendición, vida, reposo y salvación. Medita y estarás de acuerdo en que, teniendo todo eso, serás feliz. Bienaventurada tú que desde hoy harás la voluntad de Dios y serás feliz.
Griselda de Velásquez