La constante más estable de las oraciones del Antiguo Testamento es, sin duda, su relación con el plan salvífico de Dios. En las Sagradas Escrituras observamos que se ora a partir de lo que ha sucedido (pasado), de lo que sucede (presente) o para que suceda algo (futuro), a fin de que se dé a la tierra la salvación de Dios.
Todos los grandes personajes de la Biblia tuvieron, bajo circunstancias muy particulares, un momento de oración profunda y sincera con el Señor. Cada acontecimiento memorable de la historia de la salvación va acompañado de una oración poderosa ya sea por lo que sucedió, por lo que estaba sucediendo o para que sucediera.
La historia de Samuel no fue la excepción, pero ¿Quién fue Samuel? Permíteme compartirte unos datos interesantes de este gran hombre de la antigüedad, ya que su figura es sumamente importante para el pueblo de Dios:
Es quien cierra la etapa de los jueces – caracterizada por personajes heroicos como Sansón y Gedeón – y abre paso a la monarquía con su primer rey: Saúl.Samuel será el escogido por Dios para ungir al rey más representativo que tendrá el pueblo judío: David. De éste dirá Dios “Es un hombre conforme a mi corazón” y en él Dios cimentará la promesa mesiánica del nacimiento del Hijo de Dios: Jesús.Su vocación iniciará en la infancia con la famosa frase utilizada, hasta el día de hoy, para desarrollar el tema del llamado y la atención a este: “Habla Señor que tu siervo escucha”
A estas alturas ya te estarás preguntando ¿Qué tiene que ver todo esto con el título sobre la oración de Ana? Permíteme compartirte donde comenzó todo, porque la historia de Samuel inicia con la oración de su mamá: Ana. Para eso necesitaré que leas completo el primer capítulo del 1er Libro de Samuel. ¿Lo leíste? ¡Excelente! Comencemos.
Como pudiste notar, Ana era una mujer estéril que sufría no solamente el dolor de no poder concebir, sino también, el desprecio de una sociedad que veía en esta situación una “falta de gracia” por parte de Dios. Además, la otra esposa de Elcana constantemente se burlaba de ella y le menospreciaba por esta situación. En medio de esta crisis, Ana, decidió orarle al Señor y ahí es dónde quiero detenerme para resaltar tres aspectos de dicha oración que nos iluminarán sobre cómo debería de ser la nuestra.
“Llena de amargura como estaba, oró a Yahvé” (Versículo 10)¡Ora como estás! Algunas personas están esperando a “sentirse mejor” para elevar su oración a Dios. Otras creen que para hablar con el Señor es indispensable “estar limpios” y no falta quien considere que para dirigirse al Creador necesita oraciones sumamente elaboradas o rebuscadas como:“Oh Padre sempiterno…” o bien “Oh Dios omnisciente…”Sin embargo esta mujer nos muestra que al Señor podemos hablarle como estamos, como nos sentimos, como somos. Dios es nuestro padre y ¿Quién, para hablar con su papá, necesita preparar con antelación frases rebuscadas a fin de llamar su atención? ¡Nadie! Yo no conozco a nadie que necesite, antes de presentarse con su papá, elaborar un escrito elocuente para manifestar sus inquietudes, peticiones o reconocimientos. Simplemente llegamos, saludamos y le hablamos sobre lo que queremos abordar. Punto. Ora al Señor así como estás.
El libro de Daniel nos ilumina un poco mejor sobre este tema. Dios respondió a la oración de Daniel de esta manera: “No temas, Daniel, porque desde el primer día en que tú intentaste de corazón comprender y te humillaste delante de tu Dios, fueron oídas tus palabras, y precisamente debido a tus palabras he venido yo.” (Dn 10,12) ¡Dios escucha intentos!
“Yahvé Sebaot”. Ana llama a Dios: “El Señor de los ejércitos” (Versículo 11)Como vemos y tratamos a Dios es importante. La idea que tenemos de Dios es sumamente importante. Lee detenidamente esta frase:
“Podemos orar contándole a Dios lo grandes que son nuestros problemas o podemos orar diciéndole a nuestros problemas lo GRANDE que es nuestro DIOS”
Sabías que:El término “Yahvé Sebaot” aparece por primera vez precisamente en este relato de la oración de Ana a Dios y su respuesta a ella.A partir de este momento, será el término más utilizado para referirse a Dios en todas las Escrituras: aparece 284 vecesCuando David enfrentó a Goliat, será éste el término que utilice para referirse a Dios: “Dijo David al filisteo: Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre de Yahveh Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado” (1 Sam 17, 45) Y, por cierto, esta batalla será memorable.Esta expresión – Sebaot – aparece especialmente ligada al Arca de la Alianza y resalta la realeza celestial del Dios que “se sienta sobre los querubines” y además dirige la atención hacia las miríadas que rodean el trono de Dios. La corte celeste tiene múltiples funciones: canta la alabanza eterna de Dios, forma parte del gobierno de los Cielos y lleva a cabo en la tierra los mandatos divinos.La próxima vez que ores, no olvides utilizar este término, seguramente te recordará que Dios es el soberano de la tierra.
Gratitud (Versículos del 26 al 28)Una vez esta mujer recibió su milagro regresó al templo para dar testimonio de la obra que Dios había realizado en su vida y a cumplir el voto que ella misma le había ofrecido al Señor.“Óyeme, señor, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Yahvé.Este niño era lo que yo pedía entonces. Y Yahvé me concedió la petición que le hice. Ahora yo se lo ofrezco a Yahvé para que le sirva toda su vida: él está cedido a Yahvé”1 Sam 1, 26-28Comparte, especialmente con aquellos que te han visto sufrir y suplicar, las grandezas que Dios ha hecho en ti, por ti y a través de ti. Regresa al lugar de tu oración de petición pero ahora con una oración de acción de gracias. Bendice al Señor que te lo ha dado todo con tus labios y con todo tu ser. Nunca olvides lo que escribió el salmista:“Bendice alma mía al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios” (Sal 103,2)
Marlon Cardona Berges.