Para comprender la riqueza de esta figura del Padre -Dios- como el “viñador” es importante acercarnos a la cultura del pueblo de Israel. La “vid” fue uno de los primeros cultivos del Pueblo de Israel, ya como sedentario en la tierra prometida. No es sólo un trabajo agrícola, ni una fuente de ingresos para las familias judías, sino que se convertirá en un signo de identidad, de cultura y de religiosidad.
En la tradición profética es utilizada esta figura de varias maneras, por ejemplo el Profeta Isaías hace un cántico a la viña (Is 5,1-7) y la compara con el Pueblo de Israel: “Pues bien, viña… es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío exquisito. Esperaba de ellos justicia y hay iniquidad; honradez y hay alaridos…”.
El Profeta Jeremías utiliza también esta figura de la “vid” para reprochar al Pueblo su lejanía de Dios, pues han olvidado la gran dignidad que poseen: “Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente legítima. Pues ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda?” (Jr 2,21).Así, en la tradición profética hay una clara referencia de la “vid”, como la viña de Dios, que quiere su bien y sus frutos de acuerdo a su voluntad, por eso la cuida y protege con amor, como el buen viñador.
En el nuevo testamento, Jesús emplea esta figura como Parábola del Reino de Dios. Por ejemplo en la parábola de los obreros de la viña (Mt 20,1-16) en donde destaca la acción misericordiosa y salvadora de Dios que da a todos los trabajadores su justo salario y llama de diferentes maneras a trabajar a su viña. El propietario de la viña se identifica con Dios, que desea dar la salvación a todos; recordándonos también hoy que: “los últimos serán primeros y los primeros, últimos”.
La parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-46) tiene unos destinatarios inmediatos, los Sumos Sacerdotes y los Fariseos, quienes comprendieron que se refería a ellos. El propietario –el viñador- es Dios, la viña es el pueblo de Israel. La buena noticia del Reino no excluye a nadie y el proyecto de salvación es para todos los hombres. La pregunta es ¿cómo respondemos al Señor hoy?, – ¿lo aceptamos o lo rechazamos?
Por eso, ante la figura del Padre, como el viñador, cabe resaltar su acción amorosa que quiere nuestro bien y nuestra salvación. A la cual estamos llamados a corresponder con amor y confianza, con la certeza que él nunca nos desampara.
Signo elocuente es que Jesús haya escogido el signo del fruto de la vid para quedarse presente en medio de nosotros, por medio de la Eucaristía: “Porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con ustedes, nuevo, en el Reino de mi Padre” (Mt 26, 28-29).
Así Jesús se proclama con claridad en este texto del Evangelio de San Juan: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador” (Jn 15,1).
Fray Edwin Alvarado