En una oportunidad pude asistir a un bello concierto musical, era algo hermoso, realmente agradable, impresionante, sentía que mi corazón vibraba con las notas. Aún sin saber la letra, la música lograba penetrar todos mis sentidos. Realmente era sorprendente ver y escuchar como un sin número de instrumentos de diferentes tipos: viento, caja, percusión, cuerdas y voces humanas, siendo tan diferentes en forma y en sonido, lograban encajar perfectamente. Pensaba al escuchar ¡qué hermoso sonido!, ¿cómo lo hacen tan perfecto y al unísono?, ¡cómo cambian al escucharlos en conjunto!… sin duda no es igual al escucharlos por separado.
Es aquí donde la palabra de Dios recobra vida, pues el samol 133,1 dice: “Qué agradable y delicioso es que los hermanos vivan unidos, en armonía”. Definitivamente Dios nos ha hecho así: únicos, diferentes e irrepetibles, para que cada uno de nosotros con su propia forma de ser, brindemos lo mejor de sí, con nuestras luces y nuestras sombras, dando así un toque especial en el entorno donde nos desarrollamos.
Pero, ¿qué pasaría si uno de los instrumentos en el concierto decide no participar, no emitir su sonido? Algo faltaría, no sería la misma melodía; o si decidiera tocar cuando él quisiera y no seguir la partitura de la melodía… ¡qué desastre!. Entonces no habría armonía, sino habría discordia.
De igual manera en tu familia y en el lugar donde te desenvuelves, no puedes aislarte y pretender que por heridas pasadas o fracasos, decidas apartarte y no vivir el mejor concierto, “el de tu vida”. No basta con callar, no basta con alejarte, debes participar, tienes que hacerte escuchar, te necesitamos, la vida no es la misma, porque haces falta tú.
Si en algún momento has pensado que tu forma de ser no es la más agradable para las demás personas, hoy quiero decirte que no es así, pues tu sonido (al igual que el de cada instrumento de la orquesta) es único, bello y necesario; solamente eres diferente, pero todos lo somos, y en eso está la riqueza.
Tampoco pretendas cambiar a todos los que están a tu alrededor, los necesitamos así como son, diferentes, con su propio sonido. Con la ayuda de Dios, el director de nuestra orquesta, y la fuerza del Espíritu Santo, lograremos formar la más hermosa melodía, por aquel que todo lo sabe, y todo lo puede; sólo tenemos que dejarnos en sus manos. Él hará de cada uno de nosotros un acorde hermoso en la partidura del amor y la unidad, y estaremos en armonía, cada uno en su lugar, cada uno entonando un sonido, haciendo lo que nos corresponde, viviendo en bendición como dice el Sal 133, 3 “Allí envía el Señor la bendición, la vida para siempre”.
El reto consistirá, en que cada uno podamos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, (Lv 19,18). Sólo al amar lograremos valorar, respetar a cada persona, y de esta manera vivir en armonía.
Es tiempo de hacer un alto, de empezar un cambio en nuestras vidas, de querer colaborar con Dios, de tal manera que las palabras de San Francisco se hagan presente en nuestras vidas, donde haya discordia ponga yo armonía, tratando de animar, alentar y fomentar la armonía donde nosotros estamos. Entonces daremos testimonio y la gente sabrá que somos sus discípulos por el amor que ve en nosotros. (Jn 13,35)
Licda. Nancy Mazariegos de Cabrera Guatemala
Oración Gracias Padre porque a través de tu palabra me recuerdas que debo vivir en armonía, que es allí donde tu envías la bendición y la vida. Te pido perdón por las veces en que no me he valorado, no me he dado cuenta que soy una obra tuya, formada con un propósito único por ti, y tampoco he valorado a los demás, dame hoy la sabiduría que viene de tu Santo Espíritu para que las vendas de mis ojos sean quitadas y pueda ver tus grandezas y tus maravillas reflejadas en mi y en cada persona que me rodea. Quiero sembrar la armonía donde quiera que este y ser un instrumento tuyo, en la gran orquesta de la vida. Te lo pido en el nombre poderoso de Jesús con intercesión de María nuestra madre. Amén.