Es imposible vivir la vida sin que en algún momento recibamos una ofensa, el problema por lo tanto no es saber si vamos o no a ser objeto de ofensa, sino más bien como asimilamos y respondemos ante todo lo que recibimos a lo largo de nuestra existencia.
Guardar rencor, resentimiento, odio y deseos de venganza, no solo nos aparta de la voluntad Divina, nos roba la paz interna conmigo mismo y con los demás, sino que además nos llena de amargura, robándonos la verdadera felicidad.
Alimentar el deseo de venganza y vengarnos, solo complica y daña nuestras relaciones, es causante de muchas heridas, convirtiéndose en un espiral, en la que nos vamos a seguir agrediendo y haciéndonos mucho daño.
En la Sagrada Escritura encontramos un hermoso ejemplo de lo que es saber perdonar y cómo realizarlo. Gn 37, 2-28 nos presenta la historia de José, hijo de Jacob, que ha de crecer entre el amor del padre y el odio de sus hermanos. -Como a nosotros nos ha tocado crecer y vivir-. El relato bíblico nos indica que a José le aborrecen, le cortan el habla, no lo saludan, le tienen envidia, lo odian y conspiran contra él para matarlo. ¿Cuántos no hemos vivido lo mismo? Al final no lo matan, pero lo venden como si fuera un esclavo a unos mercaderes madianitas que lo llevan rumbo a Egipto. José tenía 17 años cuando le ocurre esto. De allí en adelante pasaran 13 años, que los vivirá como esclavo y como preso, por un delito que no cometió.
Esto sería suficiente para vivir amargado y respirar odios y amenazas contra sus hermanos que le han arruinado los mejores años de su vida; sin embargo, esto no sucede porque Dios estaba con él, y porque la actitud de José es otra. En el proyecto de Dios estaba que interpretara los sueños del Faraón, quien le nombraría administrador de Egipto. Vendrán primero siete años de bonanza y al empezar los siete años de hambruna, sus hermanos suben a Egipto en busca de alimento, encontrándose con José, que se da a conocer, (Gn 45,4-15).
José decide perdonar, abrazar, llorar… se libera y libera a sus hermanos. No hay rencor en su corazón que está lleno de Dios y lleno de amor. La clave para ser feliz, es perdonar toda ofensa y para esto ayuda mucho reconocer que detrás del mal que los demás han tratado de hacernos, hay un plan mejor que es el de Dios.
Al igual que José nosotros también somos llamados a salvar vidas, estamos llamados a ser bendición para los demás, incluso para los que nos han hecho daño. Si tan solo nosotros comprendiéramos que detrás de un mal hay un bien y que todo tiene un propósito Divino que va más allá de toda circunstancia de la vida. “sabemos que de todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman”. (Rom 8.28)
José lleva a toda su familia a Egipto, pero al morir Jacob sus hermanos creyeron que ahora si tomaría venganza; sin embargo la escritura nos dice lo siguiente: “Les contestó José: –Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso. Así que no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros pequeñuelos–, y los consoló y les habló con afecto.¨” ( Gn 50, 20-21. )
José reitera su perdón y nuevamente reconoce que todo es para bien, pero lo extraordinario y la gran enseñanza para que nosotros imitemos hoy, siendo un signo claro de que ha habido perdón es: • Les demostró que no debían tener miedo, ni tenerle miedo a él • Prometió proveerlas y cuidarles • Les dio consuelo • Les habló con afecto
Esta es la muestra real que se ha perdonado, cuando se restituye totalmente la relación y se hace lo mejor para el bienestar de los que nos han ofendido. “Sin devolver a nadie mal por mal: procurando el bien ante todos los hombres: en lo posible. Y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres…antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre dale de comer; y si tiene sed, dale de beber…No te dejes vencer por el mal; vence al mal con el bien”. (Rm 12, 17-21)
El perdón es una decisión que debemos tomar. Va más allá de las emociones, no debemos esperar a “sentir” el deseo de perdonar, sino en obediencia a lo dicho por El Señor, ¡hacerlo! y setenta veces siete, es decir siempre y hacerlo de todo corazón.
Por supuesto que esto es algo sobrenatural, y por eso necesitamos la ayuda de Jesús, el Poder y la fuerza del Espíritu Santo. ¡Todo lo puedo en Cristo!
Hermano Pedro Guzmán Guatemala Oración Señor, te alaba y te bendigo porque eres un Dios misericordioso, que perdona mis culpas y no las recuerdas más, gracias Señor, te pido que cuando alguien me ofenda, cuando alguien me insulte, cuando alguien me haga enojar, pueda yo perdonar y no desear tomar venganza ni guardar rencor en mi corazón. Por favor, ayúdame a pasar por alto cualquier ofensa o insulto; enséñame Señor a perdonar. Se que yo no puedo hacer esto sola, por eso te pido que envíes tu Espíritu Santo a mi vida para que pueda perdonar a quienes me ofenden así como tu me perdonas. Te lo pido en el nombre poderoso de Jesús con intercesión de María nuestra madre. Amén.