A ti, Señor, me dirijo suplicante; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado, que mis enemigos no se rían de mí.
No quedará defraudado el que en ti espera: quedarán defraudados los que traicionan sin motivo.
Muéstrame, Señor, tus caminos, muéstrame tus sendas. Guíame en tu verdad; enséñame, pues tú eres el Dios que me salva: en ti espero todo el día.
Acuérdate, Señor, de que tu ternura y tu amor son eternos. No recuerdes los pecados ni las maldades de mi juventud; acuérdate de mí, por tu amor, por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y recto; señala el camino a los pecadores, Guía por la senda del bien a los humildes, les enseña su camino.
Todas las sendas del Señor son amor y fidelidad para quien guarda su alianza y cumple sus mandamientos.