Iba un labrador a visitar sus campos para ver si está en sazón la cosecha. Había llevado consigo a su pequeña hija, Luisita.
-Mira, papá -dijo la niña sin experiencia-, cómo algunas de las cañas de trigo tienen la cabeza erguida y altiva; sin duda serán las mejores y las más distinguidas: esas otras de su al rededor, que la bajan casi hasta la tierra, serán seguramente las peores.
El padre cogió algunas espigas y dijo: -Mira bien, hija mía: ¿ves estas espigas que con tanta altivez levantan la cabeza? Pues están enteramente vacías. Al contrario, estas otras que la doblan con tanta modestia, están llenas de hermosos granos.
El sabio y el bueno son humildes: la soberbia es propia del ignorante y del malo.