La mejor escena que puede recoger estos elementos es el Evangelio de Lucas en el Capítulo 7, 36 – 50, cuyo texto pueden buscar en sus Biblias, yo solo ofrezco algunas pistas de reflexión.
Es la escena de un fariseo que invita a Jesús a cenar en su casa, recordemos que la mentalidad el fariseo es la misma predominante del Antiguo Testamento “ojo por ojo, diente por diente”, en otras palabras, quien es pecador es considerado impuro y además debe ser castigo por su falta.
En este caso la mujer que se acerca a Jesús es de la que el fariseo Simón dirá “es una pecadora.”
Pues todo el sentimiento de ser amado y amar se da en las actitudes de la mujer para con Jesús, hasta con el atrevimiento de decir que es una escena muy sensual, y veamos por qué. Está de por medio el tacto, le ha besado los pies, le ha lavado los pies con sus lágrimas, la mujer no está cubierta con un velo, sino que le seca los pies con sus cabellos sueltos -cuya parte física de la mujer no podía ser vista más que por su propio marido-, y algo más, para terminar esta expresión de amor, derrama perfume en sus pies.
Jesús hará de estos gestos un sacramento de amor y de perdón. “Quien ama mucho, mucho se le perdona; quien ama poco, poco se le perdona”.
En la misma conciencia del pecado está implícito el grito de la misericordia, porque “perdonando se es perdonado”, quien ama descubre el corazón del otro. El verdadero amor no es superficial.
El perdón no se da por el arrepentimiento, como piensa el fariseo “si me porto bien Dios me perdona”, NO, el perdón es obra del amor de Dios, este perdón es el que nos hace capaces de amar y perdonar.
De otra manera, bien pudiera decir, que los gestos de esta mujer para con Jesús, no son más que una manera de ser agradecida. Agradecida porque nunca fue vista por un hombre de esa manera, alguien que apuntó a su corazón y no al físico.
Los pensamientos del fariseo son como los que decía el escritor Dostoevskij: “si los pensamientos del hombre tuvieran olor, se soltaría en el mundo un olor, que todos morirían apestados.”
Ahora esa mujer que se ha podido ir en paz, le ha sido restituido un corazón nuevo, intacto y fresco como el de una niña.
Ahora puede comenzar a amar, porque se siente amada. Es un morir al pecado para resucitar en otra vida, “porque dando es como se recibe.”
Fr. Edwin Alvarado Segura (Fraile franciscano OFM)
Oración Señor, ¡qué bueno eres! Tu amor es lo mas grande de mi vida, tu gracia me alcanzo, me encontrada perdida pero tu saliste a mi encuentro y has vendado mis heridas, tu lo has dado todo, me has amado hasta el extremo, gracias Señor porque estaba muerta y he vuelto a la vida. Te pido hoy ser mensajera de esta gracia, de este amor, de este perdón y de esta vida, lo que he recibido de gratis lo quiero dar a los demás gratis. Ayúdame que con tu gracia pueda hacerlo hoy y todos los días de mi vida, te lo pido en el nombre poderoso de Jesús y con intercesión de María nuestra madre. Amén.