Entonces me dijo: llama al Espíritu, llama hijo de hombre, diciéndole al Espíritu: esto dice el Señor Yahvé: Ven, Espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan.” Ez. 37,9
Estamos acostumbrados de orar a Dios Padre cuando rezamos el “Padre nuestro” en casa, Iglesia, comunidad, al Dios Hijo Jesucristo en la Eucaristía y cuando asistimos a las Horas santas o visitas al Santísimo, y al ¿Dios Espíritu Santo? Tal vez poco o nada.
El pasaje tan conocido del libro del profeta Ezequiel, del valle de los huesos secos, El Señor Yahvé le dijo al profeta que orara al Espíritu, y dijo “Ven Espíritu…”
La fe apostólica relativa al Espíritu Santo fue confesada por el segundo Concilio Ecuménico en el año 381 en Constantinopla. El Espíritu Santo persona de la trinidad es Dios, uno es igual al Padre y al Hijo de la misma substancia y de la misma naturaleza (245 CIC.)
El espíritu Santo es Dios consubstancial al Padre y al Hijo (253 y 703 CIC)
El Espíritu Santo no es simplemente una “fuerza,” sino una personalidad
Él habla (Hechos 8, 29 y 1 Timoteo 4:1), Él ama (Romanos 15:30), Él enseña (Juan 14:26), Él intercede (Romanos 8:26), Él nos guía (Gálatas 5,18) reparte dones como Él quiere (1 Corintios 12,11) etc. Como Persona, se le puede mentir (Hechos 5:3-4) y contristar (Efesios 4:30). El himno “Veni Creator” invoca al Espíritu Santo como “digitus paternae dexterae” dedo de la diestra del Padre
El Credo del Concilio de Constantinopla de este año confiesa “con el Padre y
El Hijo recibe una misma adoración y gloria” (245 CIC)
“Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo.” (Judas 1,20)
Toda oración debe ser dirigida a nuestro Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La Biblia y la doctrina de nuestra Iglesia, enseña que podemos orarle y adorarle a Uno o a los Tres, porque los Tres son Uno.
Los profetas oraron al Espíritu Santo, los apóstoles hablaron (oraron) con Él hasta llegar a decir “Porque al Espíritu Santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga salvo estas cosas necesarias” (He 15,28).
El es una persona y podemos orar con Él, adorar al Espíritu Santo, consagrarnos a Él, oremos y pidámosle que nos llene de su presencia, que nos unja, que nos muestre las verdades profundas, que nos guie, que nos seduzca, que nos regale sus dones, pero algo muy importante es dejar que
Él te hable y que tú también lo escuches, porque no se te olvide que orar es un dialogo, así como le hablo a Felipe, al profeta Isaías.
Escribí un libro llamado el “Gran Desconocido”, donde la conclusión es; “hazte amigo del amado Espíritu Santo”, un amigo maravilloso y Él en la intimidad te revelará cosas grandes que tu ignoras, oh que maravilloso¡¡¡, ora con Él en tu aposento de oración, en el trabajo, en la oficina, en el carro, hace treinta tres años me lo presentaron y nunca fui el mismo, mi relación con El, cambio mi vida por completo, lo que soy, lo que hago y lo que tengo se lo debo a Él. Adórale, se le adora por lo que Él es y se le alaba por lo que Él hace.
El Espíritu Santo nos anhela, nos desea dice la Palabra, Él quiere hoy mismo estar contigo, disfruta su presencia ¡Nunca serás la misma o el mismo!
Lic. Carlos Enrique López I.